Te armaste de valor y entraste en la puerta donde estaba el letrero de Inglaterra. Aunque te hubiera gustado entrar en otras más, ésta sin duda era la que más deseabas ver por dentro. Simplemente, tenías grandes deseos de ver a la persona que sabías que te esperaba.
Allí, al lado del sillón estaba dicho sujeto encantador. Fue agradable para la vista, pues iba vestido de camarero. No un camarero cualquiera, no. Arthur Kirkland iba tan sólo con un delantal negro tapándole las zonas privadas, a conjunto de lo que sería una camisa sino fuera porque de ella sólo tenía el cuello junto a una pajarita negra y las mangas, con el torso desnudo. En la mano derecha sostenía una bandeja de plata con comida.
- ¿L-le sirvo la comida?-tartamudeó con las mejillas coloradas.
Te hubieras desangrado allí mismo sino fuera porque contuviste tu hemorragia volteándote y metiéndote los dedos por los orificios nasales. Volviste a girarte hacia él y le miraste con mirada lasciva. Aquello le hizo intimidarle aún más, y dando un paso hacia atrás, el rubio inglés casi tiró la comida del plato.
- I-idiota… Vengo aquí para servirte comida.-volvió a decir intentando forzarse para hablar bien. Con la mirada gacha y rostro apenado esperó a que te situaras y le respondieras algo coherente.
- Esto… Sí, por favor. Sírveme.-dijiste y al hacerlo tu cabeza flotó del placer que te dio pronunciar aquellas palabras. “Que te sirviera”, que un Arthur vestido así, te sirviera… Era un sueño, sin duda.
Sin embargo, al acercarte allí te entraron unos terribles deseos de cogerle a la fuerza y hacerle tuyo. Sí, a pesar de que él era un hombre, que era mucho más grande que tú a pesar de todo, y que tú supuestamente debías seguir el camino afeminado de cualquier mujer, siendo refinada. Las mujeres jamás podíamos lanzarnos hacía los hombres; no existía la desesperación en nosotras, debíamos esperar a que nos atacaran y fingir que éramos inocentes. Chorradas, sabías que eso no era más que apariencias, y en aquella sala no hacía falta algo así, por lo que te daban más ganas de seguir tu fuero interno y dejarte llevar por los impulsos.
Un pensamiento así te hacía sentir una psicópata y en especial, una pervertida que buscaba con desesperación ese cuerpo que siempre había formado parte de un amor platónico. Te intentaste sentar, pero al pasar por el lado de Inglaterra tu cuerpo rozó levemente el delantal que llevaba, así que no pudiste más y al final decidiste…
- Darte un puñetazo en la barriga para sentarse por fuerza en la silla y continuar con aquel rolling con Inglaterra, conteniendo tus impulsos.
- Arrojarte encima suya como una obsesa, quitándole de paso el delantal y dejándole totalmente desnudo.
1 comentarios:
TT-TT Quería ver la imagen xDD
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