¿Dónde estaba la duda? Era obvio a donde debías entrar. No había otra puerta en la que tuvieras la oportunidad de ver a DOS personajes. Eso no era una oportunidad, era una doble oportunidad.
Abriste la puerta donde ponía los hermanos Italia y miraste en el interior deseosa de ver a esos dos esperándote, con una sonrisa en los labios. Conocías como eran los italianos, ambos muy habladores con las mujeres y siempre con intenciones de acompañarlas. Tenías ganas de que eso pasara, tanto el uno como el otro eran adorables y querías ver si el rulo de sus cabezas era tan real como se presenciaba en las ilustraciones.
El interior era una sala enorme de estar. Había sillones rojos en medio, rodeando una mesita ocupada por tres cócteles. Estaba oscura a los alrededores, por falta de ventanas, pero el centro estaba bien iluminado por una araña de cristal tan preciosa que no pudiste evitar mirarla por un tiempo.
Fue por eso por lo que no te diste cuenta de que allí, una en cada sillón, había sentadas dos personas. Y te dio una conmoción sólo de ver de quien se trataban. Ambos hermanos Vargas iban con un esmoquin negro, con camisa blanca y corbata a juego. En la cabeza de cada uno había un sombrero con una cinta blanca rodeándolo.
Tanto el uno como el otro ladearon la cabeza hacia ti al entrar. No supiste a donde te miraban exactamente ya que llevaban gafas de sol a pesar de tratarse de una habitación cerrada.
- ¿Hola?-Saludaste confusa, por si eran los verdaderos chicos o estabas hablando con unos muñecos farsantes, ya que desde el zarandeo de cabeza no habían movido músculo.
Uno de ellos tomaba un cóctel con delicadeza, al escucharte lo posó en la mesa y sonrió, para luego alzarse y acercarse a ti.
- ¡Oh, qué bien que hayas llegado!-suspiró estirando los brazos con alegría y te abrazó con cariño como si fuerais familiares de toda la vida.
Te quedaste un tiempo en blanco sin saber como reaccionar. Aquel cabello pelirrojo, tenía el rulo a la altura de la oreja, debía ser Feliciano quien se te había acercado.
- Esto…-murmuraste sonrojada al ver al chico tan cerca tuya y vestido de una forma tan galán y atractiva.
Mientras Feliciano te sonreía se acercó el otro chico de la misma forma.
- eres XXX, ¿verdad?-te comentó, pronunciando tu nombre con claridad, estrechándote la mano y sonriéndote de la misma forma que el otro pero con menos inocencia. Aquel debía ser Romano, su cabello era más oscuro.
Miraste a uno y luego a otro. Feliciano deslizó con un dedo sus gafas y dejó asomar un poco de sus ojos color miel mientras esbozaba una traviesa sonrisa. Te pudiste fijar entonces que tanto en sus manos como en las de su hermano había anillos de oro. Sin duda iban vestidos así simulando que eran mafiosos. Se hicieron una mirada cómplice y luego Romano dejó escapar una traviesa sonrisa.
Estaban ahí delante tuya, esperando a que dijeras algo (o bien lo hicieras). Sentías ilusión de hacer algo especial, pero conociendo la personalidad de cada uno de ellos debía ser inevitable …
- Echarte en brazos de Feli y achucharle con fuerza por ser tan dulce.
- Coger de las manos a Romano y presionar tu cuerpo contra el suyo.
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